jueves, 21 de junio de 2012

Crítico de lujo invitado: Paula Vazquez Prieto


Cuestionario Trauma Cinéfilo



1) ¿A qué le tenés miedo?:  A la oscuridad y a los hombres - gato.

2) Tus 5 directores favoritos:
1-Howard Hawks
2-Roberto Rossellini
3-Eric Rohmer
4-Raoul Walsh
5-Nicholas Ray

3) Tus 10 películas preferidas:

1- El rayo verde, de Eric Rohmer.
2- La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock
3- El pirata, de Vincente Minnelli.
4- Más allá del olvido, de Hugo del Carril.
5- Viaje por Italia, de Roberto Rossellini.
6- Cuando Harry conoció a Sally, de Rob Reiner.
7-Perdidos en Tokio, de Sofía Coppola.
8-El mago de Oz, de Victor Fleming.
9-El romance del Aniceto y la Francisca, de Leonardo Favio.
10- El verdugo, de Luis García Berlanga.

4) Una película perfecta:
La adorable revoltosa, de Howard Hawks.

5) Un director al que detestás: Lars Von Trier.

6) Un amor platónico cinéfilo: Obvio que Cary Grant, ¿quién más?

7) ¿Qué es para vos el cine?: Un amor.

8) ¿Cuál fue el máximo de películas que viste en un día?: 5, creo, que en algún festival. Mucho no me acuerdo, gracias que las retengo cuando las veo de a una.

 
9) Tu mayor trauma cinéfilo: La bruja Maléfica de La bella durmiente. La más mala de todas, más que Joan Crawford. Todavía la veo y me pongo a llorar.
 
10) Una película que descubriste últimamente: Hell is for Heroes, de Don Siegel. Masterpiece. Y eso que el cine bélico no es mi plato preferido.

 
11) La película que nunca terminarás de entender: El origen. (Me quedé pensando: ¿Qué son los sueños?... Mmmm Eso o... ¿Para qué hizo esta mierda? No me acuerdo.

 
12) La película que más veces viste: Titanic, 8 veces en el cine. En televisión algunas varias que me da fiaca enumerar.

 
13) La película que te da vergüenza decir que te encanta: Novia se alquila, un clásico de los 80.

 
14) Una película de la que te levantaste y te fuiste: Irreversible. Demasiado para mí.

15) Una película que detestaste y después te terminó convenciendo o viceversa: Me gustó bastante La amante del teniente francés la primera vez que la ví. No sé en qué estaría pensando. Después me quise matar.
 


La vida es sueño
(nota publicada en la revista El Amante)

Surgido del seno de un hogar europeo, la mirada del extranjero se hizo carne en Vincente Minnelli, aún en el seguimiento de una tradición tan americana como la del musical. De padres dedicados al teatro de vaudeville, Minnelli fue primero fotógrafo y diseñador de carteles en el cine, para luego diseñar escenarios y vestuarios en Broadway. En los 40 sería el famoso Arthur Freed quién lo llevaría a Hollywood para dirigir números musicales en la MGM. Estuvo dos años entre bambalinas, familiarizándose con la técnica cinematográfica, sobre todo con el manejo de las grúas, consolidando así una asombrosa habilidad técnica.
Su debut en la dirección llegaría en 1943 con Una cabaña en las nubes, ópera prima que expresó el trabajo de la unidad musical de Freed y representó la continuidad de lo que se había iniciado con El mago de Oz. Amante del arte y la cultura europea, Minnelli impregnó con ese amor todas sus obras. Extrema, casi superlativa, su idiosincrasia cosmopolita le permitió desfilar con tacto exquisito por géneros tan cercanos a la sensibilidad femenina como el melodrama o el musical.
Como lo destacan las apreciaciones laudatorias del crítico cubano Guillermo Cabrera Infante, ese gesto se hace notable en el retrato de sus personajes masculinos. Románticos incurables que colisionan contra un mundo de reglas estrictas, reglas de conducta, de moral y de compromiso social. Los hombres de Minnelli, sobre todo los jóvenes, siempre desafían ese estado de cosas, poniendo en crisis una idea de virilidad que se había hecho dominante desde la posguerra. El Tommy de Té y Simpatía es agredido por sus compañeros de estudios porque no le gusta el fútbol y prefiere pasar sus tardes escuchando música clásica y escribiendo cuentos de amor y aventura. El rechazo a su mera presencia representa el profundo temor que inspira quien resulta diferente y, por lo tanto, incomprensible, como lo escenificaría la crisis de valores de la era Vietnam. En Brigadoon, otro Tommy encuentra en ese pueblo de ensueño su verdadera vida, aquella que le resulta tan extraña en la Nueva York áspera de los 50.
La atracción de Minnelli hacia lo onírico y lo festivo parecía una especie de antídoto contra la intensa soledad que lo embargaba a menudo. Y esa incomodidad que genera el saberse fuera de lugar, fuera de tiempo, es la que conduce a sus personajes a indagar en su interior, buscando la verdadera razón de su falta de pertenencia. El Minnelli outsider, aún en el seno del sistema de Estudios, fue el más claro reflejo de una de las carreras más personales dentro de Hollywood, que muchas veces le valió el olvido o la subestimación. Su estilo visual sofisticado, casi en las penumbras de un mundo semi-real, donde la realidad y la fantasía conviven en tregua nunca enteramente armoniosa, fue la consciente cristalización de sus ideales.
Como muestra el análisis preciso del filósofo francés Gilles Deleuze, Minnelli se caracterizó por la utilización constructiva del color para poner en escena sus aspiraciones. Los colores, intensos, arrebatados, surrealistas, aparecen en pantalla de manera dramática, en relación al estado de ánimo de sus personajes y en consonancia con la atmósfera de la situación que se está narrando. Etéreos, se aíslan de manera ostensible, casi brutal, y se combinan potenciando en sobremanera el aura sentimental de la obra.
Minnelli fue el soñador extravagante por excelencia del cine clásico. Su pasión febril y su romanticismo audaz lo llevaron por un camino de profunda desilusión respecto al mundo que lo rodeaba. El itinerario de su filmografía, sobre todo a partir de mediados de los 50, marca su creciente desasosiego sobre una realidad que lo hacía sentir impropio, débil y hasta con rasgos de hipocresía. Su descontento con los prejuicios sociales que muchas veces dictaban las revisiones a sus guiones, amparadas en las exigencias de la taquilla, lo fue haciendo más resistente.
¿Cómo logró tal cantidad de obras íntegras, audaces, incómodas y excepcionales en un sistema tan rígido, tan atado a los convencionalismos? Pues porque los grandes talentos han sabido sortear con tino y astucia las barreras que se anteponían a la fluidez de su expresión. Porque el buen gusto y el refinamiento del que tanto han hablado los críticos era en realidad una mirada lúcida e inteligente sobre una realidad que se tornaba cada día más opaca. Sin solemnidad ni falsa indignación, Minnelli fijó la atención sobre los asuntos que más fervor le habían despertado, haciendo la poesía cinematográfica más auténtica que pudiera jamás haberse proyectado.
Modesto en sus declaraciones, se ha hecho soberbio en sus imágenes, que desnudan un sello inconfundible, conseguido a fuerza de talento y sacrificio. Un oficio aprendido con maestría y dedicación, coronado con una monástica dedicación a los detalles y los ribetes finales. Sin prisa, este alegre italoamericano nos contagió su risa y sus lágrimas, nos prestó sus sueños, nos regaló la belleza de sus imágenes, nos inundó con su amor por el cine, nos enseñó la desazón y la renuncia. Nos hizo sentir que durante dos horas, en esa sala oscura y silenciosa, podíamos ser parte de una vida mejor, más íntegra, más colorida, más verdadera, como sólo el cine y los sueños pueden demostrarlo.
Paula Vazquez Prieto.

Quienes aún no han entrado al universo de Minnelli, pueden hacerlo con sus highlights en cada género, aquellos títulos que mejor lo representan: La rueda de la fortuna (Meet me in St. Louis, 1944) y Brindis al amor (The Band Wagon, 1953) en el musical; Cautivos del mal (The Bad and the Beautiful, 1952) y Dios sabe cuanto amé (Some Came Runing, 1958) en el melodrama; y El padre de la novia (Father of the Bride, 1950) y Designios de mujer (Designing woman, 1957) en la comedia

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